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31 Mar 2021 00:20:08 UTC
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Gallo Ciego (Agustín Bardi)
El talento de Agustín Bardi, en el recuerdo

"A pesar de que los legisladores de Buenos Aires siempre han preferido denominar sus calles con nombres de políticos, guerreros y burócratas, no de los artistas que la celebraron y le dieron prestigio mundial, Agustín Bardi tiene su placa en esos cien metros que parecen ser el máximo autorizado para músicos de tango. Apenas una cuadrita en el barrio de Barracas, parecida a las que recuerdan a Gardel, Troilo, Arolas, Filiberto y Discépolo, pero de todas maneras mucho más de lo que le han dedicado en Las Flores, la ciudad donde nació hará ciento veinte años la semana próxima.

En una música de mala fama donde todo estaba por hacer, aunque más no fuera por avanzar desde el primitivismo hacia una definición estilística, establecer formatos instrumentales básicos y crear el repertorio clásico, la mayoría de los compositores de tangos activos en la primera década del siglo XX parecen originalísimos y hasta revolucionarios.

Muchos de ellos -Arolas, Filiberto, Firpo, Canaro- efectivamente lo eran, pero ninguno en la dimensión de Agustín Bardi, que comenzó a escribir incesantemente en 1911 sin que hubiera ejecutantes a la altura de sus melodías y debió aguardar hasta 1926, cuando el sexteto de Julio De Caro grabó "¡Qué noche!" y "Lorenzo", para que se reconociera -al menos entre los músicos- su supremacía como autor.

Al contrario de otros próceres de la guardia vieja, Bardi nunca organizó un conjunto propio para estrenar sus piezas; era un ejecutante mediocre, se tratara de violín o piano, no explotaba mujeres, ni músicos, y durante toda su vida prefirió la seguridad del trabajo diurno -despachaba camiones en una empresa de mudanzas- a la incertidumbre de la profesión musical.

Es inexplicable que un hombre tan poco romántico, que sólo tomó algunas lecciones de composición a los cuarenta años, que vivió apartado de la bohemia tanguera y, al contrario de la mayoría de su generación, nunca viajó a París, haya escrito muchas de las grandes obras sentimentales de la música argentina, culminando con "Nunca tuvo novio".

Tan extraño como que este oficinista sin vocación por la literatura imaginara algunos títulos que se leen como el índice de un libro de cuentos -"La última cita", "Gallo ciego", "El forastero", "El paladín", "El taura"- y otros que reflejaban exactamente su fascinación con un mundo rural que estaba desapareciendo: "Se han sentado las carretas", "El cuatrero", "El rodeo" o "El abrojo".

Sin que corresponda hablar de impresionismo musical, toda esa obra está caracterizada por cierta nostalgia campera y una resonancia de aires folklóricos que la vuelven realmente única y explican su permanencia a lo largo de todas las épocas del tango, de Fresedo
...
https://www.youtube.com/watch?v=AuLOsOQCzhU
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Unspecified
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