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Dentro de la clase de los anfibios, encontramos el orden Anura. Comprende unas 6.500 especies que se distribuyen por todos los continentes, salvo la Antártida. Aunque se han diversificado mucho, la mayor parte de estos animales depende de la presencia de agua para su supervivencia, por lo que suelen vivir en lugares húmedos.
Tradicionalmente, los anuros se han dividido en ranas y sapos, aunque no tiene valor taxonómico. Se suele llamar sapos a los anuros de aspecto robusto, piel verrugosa y comportamiento terrestre. Los animales conocidos como ranas, sin embargo, suelen ser más ágiles y hábiles saltadores. Además, tienen una vida más acuática o comportamiento arborícola.
Como ocurre en todos los anfibios, el ciclo de vida de las ranas depende completamente del medio acuático. Se debe a que sus huevos no están aislados del medio, como ocurre en los animales amniotas. Además, sus larvas son acuáticas y respiran mediante branquias, como los peces. Por este motivo, estos animales viven cerca de fuentes de agua. Es una de las principales características de las ranas, aunque no siempre se cumple.
La mayor parte de las ranas viven en lugares de aguas estancadas o en corrientes de baja velocidad. Entre sus hábitats encontramos los ríos y todo tipo de humedales, incluyendo lagunas, embalses o charcos temporales. Sin embargo, muchas especies de ranas no viven cerca del agua cuando son adultas, sino que tan solo acuden a ella para reproducirse. Aún así, siempre habitan en lugares húmedos, ya que los adultos suelen tener respiración cutánea, por lo que necesitan tener la piel siempre húmeda.
Muchas ranas terrestres viven en selvas con una humedad elevada. Es el caso de las ranas arborícolas. Otras optan por vivir en la hojarasca que se acumula en el suelo de los bosques caducifolios o bien permanecen enterradas en el barro durante la estación seca. Algunas ranas y sapos, además, presentan pulmones, por lo que tienen más facilidad para sobrevivir en lugares áridos. Sin embargo, las ranas son mucho más abundantes en los trópicos y subtrópicos, ya que necesitan temperaturas moderadas debido a que poseen una piel muy fina y sensible.
Alimentación de la rana
La alimentación de las ranas se basa en insectos, ciempiés, arañas, lombrices, caracoles, etc. Para ello, permanecen quietas cerca de aguas estancadas o en zonas con mucha humedad, donde los animales nombrados son muy abundantes. Cuando se acerca un invertebrado, la rana detecta su movimiento y saca rápidamente su lengua extensible. Si acierta, el invertebrado se queda pegado a la lengua, que está recubierta por una sustancia viscosa. Después, vuelve a meter la lengua en la boca y traga a su presa.
Algunas ranas tienen dientes muy pequeños en la mandíbula superior que les sirven para evitar que las presas se escapen. Tan solo una especie, la rana marsupial arborícola (Gastrotheca guentheri), posee dientes en la mandíbula inferior. Los escuerzos (Ceratophrydae) también presentan una especie de colmillos o pinchos en la mandíbula inferior, aunque no son considerados verdaderos dientes. Son unas de las pocas ranas que utilizan sus “dientes” para atrapar a sus presas. De hecho, pueden llegar a consumir pequeños reptiles, anfibios e, incluso, mamíferos.
En cuanto a los renacuajos o larvas, la mayoría son herbívoros y se alimentan de algas. Para raspar y masticar estas algas, poseen unas estructuras semejantes a dientes, conocidas como mandíbulas córneas. Cuando la metamorfosis avanza, los renacuajos comienzan a introducir en su dieta algo de materia animal, como larvas de dípteros o efímeras. De esta manera, se van convirtiendo progresivamente en carnívoros.
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